Víctor Serrano
Llegamos
a este tercer episodio, magnífico se mire por donde se mire. Y es que si el
7x01 fue raro, el 7x02 nos recordó lo que era Mad Men, y este 7x03 vuelve a
hacerlo. Una pequeña joya que hace que cada vez nos dé más pena despedirnos de
estos maravillosos personajes para siempre.
Betty
regresa a nuestras vidas. Tras su ausencia en los dos primeros episodios de la
temporada, hoy se va de excursión con Bobby y sus compañeros de clase a una
granja, en un intento desesperado por acercarse a su hijo y no quedarse sola. Divertida
la escena en el autobús al darse cuenta
de que la profesora de los niños no lleva sujetador, o cuando prueba la leche
recién ordeñada. Magistral la escena en la que obliga a Bobby a comerse las
chucherías que el chico ha cambiado por sus sándwiches. Betty ha representado
desde el inicio de la serie a esas amas de casa de los sesenta que vivían solo por
y para su familia, pero sobre todo, para las apariencias. Y tanto le
preocuparon que perdió a su marido (a pesar de todo lo que tuvo que tragar) y
se ganó la incomprensión y antipatía de sus hijos. Ahora es cuando se empieza a
dar cuenta de que no es una buena madre, y es verdad, nunca lo ha sido. Y
quizás ya es tarde para redimirse.
Por su
lado, la búsqueda del éxito en el mundo del cine por parte de Megan la está
volviendo loca, lo que provoca que Don reciba una llamada de su agente
advirtiéndole y el hombre decida viajar hasta Los Ángeles por sorpresa. La
conversación con Sally en el episodio anterior parece haber surtido efecto, y
el protagonista por fin admite ante su esposa que ya no está en la agencia. Es
entonces cuando todo explota. ¿Por qué si ya no tiene trabajo, no está allí con
ella? ¿Por qué viven separados cuando podrían vivir juntos? Megan conoció a Don
siendo su secretaria, y sabe cómo es. Y la trama culmina en separación en una
secuencia en la que Jessica Paré no está a la altura. Porque siempre le quedó
grande que su personaje dejara de ser una secretaria en segundo plano para
convertirse en la señora Draper.
De
vuelta a Nueva York, concierta una cita con sus socios. El retraso de Roger le
obliga a matar el tiempo, y tras comprobar todos los cambios que se han
producido en su ausencia, termina ayudando a los copys con unos bocetos. Y es
allí donde poco a poco todo el personal le va viendo, culminando con su
apoteósico reencuentro con Peggy y su “Hola Don, no puedo decir que te haya
echado de menos”. La frase de una alumna a su mentor. Y es que Peggy cada día
es más Don. Finalmente consigue reunirse con los cuatro socios allí presentes:
Roger, Joan, Jim y Bertram. Tras un largo debate, deciden que Don podrá volver a la agencia, pero con sus condiciones: no beber en la
oficina, no quedarse solo con un cliente… y reportar a Lou. Don dibuja un Ok con
su boca… y las consecuencias de esta humillación nos tocará presenciarlas en
los próximos episodios.
Este capítulo es Don Draper en esencia pura. Quiere cambiar, quiere ser sincero... y por ello pierde a Megan. ¿Se replanteará las cosas, o seguirá con esta nueva actitud? Aún nos quedan once capítulos por delante para descubrirlo.
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