Víctor Serrano
Seguimos
avanzando por el camino que nos llevará al cierre definitivo de Mad Men. Y este
capítulo, centrado en el día de San Valentín, es por y para las mujeres. Porque
ellas son las grandes protagonistas de las tramas.
En una
serie ambientada en la década de los sesenta, no pueden dejar de contarnos el
progreso de las mujeres y su lucha por codearse con los hombres de igual a
igual. Esa es Peggy. Lleva toda la serie luchando por ser una más, una mujer
que para sobrevivir en un mundo de hombres tiene que renunciar a muchas cosas. En
este episodio se ve envuelta en una sencilla pero desternillante trama en la
que unas rosas rojas pasean de mesa en mesa, creyendo la creativa que se las
han mandado a ella cuando en realidad la receptora de las mismas ha sido su
secretaria Shirley. Otra trama más para mostrarnos lo sola que está y cómo no quiere verlo.
El que
también nos hace soltar alguna que otra carcajada es Pete. Se ha vuelto
invisible, y queda patente en la divertidísima escena de la llamada telefónica
con los socios de la agencia en Nueva York. Fallos en la línea hacen que se
escuchen cosas que no se quieren escuchar. Aunque parece que Bonnie, su nueva
novia, viene dispuesta a cambiar esto.
Descubrimos
que Don, en el fondo, nunca se ha ido. Su secretaria Dawn le mantiene al día
sobre todo lo que acontece en la agencia y la situación de todas las cuentas.
Draper quiere volver a la agencia aunque no duda en llamar a otras puertas para
por si acaso eso no fuera posible. Pero el mejor momento es con su hija Sally. La
adolescente es la persona que mejor conoce a su padre, la que ha visto todo
pero no ha visto nada. Las máscaras caen y la verdad sale a la luz. Ella
confiesa que le vio siendo infiel a Megan con la vecina, y él pide perdón. Draper
explica a su hija las razones por las que no ha hecho oficial su salida de la
agencia, y ella las entiende. Escenas que concluyen con un “Te quiero”,
demostrando así que Sally es la única persona en la que el protagonista puede
apoyarse. Y todo esto con el trasfondo de la muerte, eso que da tanto miedo a
Don.
Y
también se lleva su porción de pastel Joan. Al contrario que Peggy, ha sabido
afrontar su soledad. Tras su tortuoso romance con Roger y su matrimonio
fallido, vive por y para su hijo y su trabajo, y así es feliz. Y ahora, gracias
a la confusión entre Peggy y Shirley y las vejaciones a las que Lou somete a
Dawn, por fin consigue obtener un despacho en la planta de arriba, en la de los
“jefazos”, creando una gran controversia por ser la única mujer que hay allí.
Parece que aquí se abre una trama muy interesante, como no podía ser de otra
manera para este magnífico personaje.
Si algo
queda claro tras este episodio, es la soledad de todos los protagonistas de la
serie. Desde Don hasta Roger, todos están solos, y cada uno de ellos lo
afrontan como saben, o simplemente como pueden… al no ser que seas Peggy y estés ciego.
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